"EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU MUJER CON UN SOMBRERO" de Oliver Sacks




“El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” de Oliver Sacks El neurólogo y escritor británico Oliver Sacks escribió esta obra en 1985, traducida al castellano en 2002.


Catedrático de Neurología en la facultad de medicina de la Universidad de Nueva York. Sus obras divulgan de forma amena y sumamente instructiva e interesante los casos de pacientes con lesiones cerebrales sobrevenidas en la edad adulta y la forma en que se enfrentan a los déficit mentales que les provocan y van construyendo otra forma de vivir con las capacidades mentales que les quedan intactas.

Ésta es una obra en la que el autor relata casos reales de personas a las que les sobrevino un daño cerebral en la edad adulta y que presentan una lesión que les afecta también el hemisferio cerebral derecho, con la consecuente afectación del sentimiento del “yo” personal.

El tema tratado es la relación científica entre el cerebro y la mente a través de la narración de casos de personas afectadas de lesión cerebral.



Hasta ese momento todas las obras en que se narran casos de personas con lesiones cerebrales eran afectadas por lesiones en el hemisferio izquierdo, permaneciendo conservadas las nociones del yo personal y de la historia vivida.

Cada caso es tratado con la cercanía y el respeto del médico neurólogo que desea entender al paciente como persona para poder intentar ayudarle en lo que más necesite tras la lesión para poder seguir viviendo en paz aprovechando las funciones mentales que aún conserva.


Cuando en los años 60 surgió la Neuropsicología como ciencia que estudiaba la relación entre las funciones mentales y el cerebro aún no existían las resonancias magnéticas para poder estudiar la relación entre el cerebro, las funciones cerebrales, la mente y la cognición.

El neuropsicólogo Alexandr Luria estaba desarrollando en Rusia una gran investigación funcional de la relación de lesiones cerebrales concretas y funciones mentales: cognitivas, sensitivas, motoras... afectadas, elaborando el "Test Neuropsicológico de Luria" en 1974, un manual de valoración del daño cerebral con más de 400 cuestiones a resolver por el paciente. Tuvo una inmediata gran repercusión internacional, rápidamente traducido al castellano que empezamos a usar ya en 1980 y que aún se sigue utilizando.

Oliver Sacks se mantenía contacto con él y se consultaban casos difícilmente explicables con los conocimientos que se tenían entonces. Ambos constataban que la neurología no afrontaba tales funciones mentales afectadas, que sería preciso una nueva neuropsicología más personalista, más “romántica” (en palabras de A. Luria).
Luria le instaba a Sacks a que publicara los casos que se iba encontrando y reconociendo como tales, aunque fuera en forma de esquemas, para darlos a conocer al mundo.

En “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” O. Sacks recurre a menudo a explicaciones que desde la filosofía se han dado al sentimiento del yo, la consciencia de una historia personal vivida, la lucha por preservar la identidad en circunstancias adversas.

O. Sacks reconoce en la introducción de esta obra que tanto A. Luria en su monumental obra “Las funciones corticales superiores del hombre” (1962) como él mismo en obras anteriores, siempre habían tratado los casos de personas con lesiones en el hemisferio izquierdo del cerebro. Si bien las lesiones sufridas por las personas en sus cerebros se reparten por igual, al 50% en el hemisferio izquierdo como en el derecho, la literatura sobre esas lesiones es un 99% sobre las sufridas en el hemisferio izdo. del cerebro, frente a un 1%, referidas a lesiones en el hemisferio derecho.


En “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” O. Sacks narra 24 casos de personas que han sufrido una lesión cerebral en el hemisferio derecho. Los divide en 4 secciones: pérdidas, excesos, arrebatos, y el mundo de los simples. Estas 4 secciones se refieren al tipo de efectos mentales que las lesiones les produjeron.

El primer caso, que da título a esta obra literaria de divulgación científica, pertenece a la sección de “pérdidas”.

El doctor P. era un distinguido músico, que había sido famoso cantante, y luego había pasado a ser profesor de la Escuela de Música local. Unos años antes de acudir al Dr. Sacks en busca de ayuda P. empezó a tener problemas para distinguir las caras de alumnos, amigos y familiares; gradualmente fue no distinguiendo ninguna cara, incluso imaginando caras donde no había (por ej. dando palmaditas a una boca de riego y a los parquímetros creyéndolos cabezas de niños, sorprendiéndose de que no contestaran). Sus facultades musicales seguían tan asombrosas como siempre. Tres años después, al diagnosticarle diabetes, acudió a un oftalmólogo, que le confirmó que la vista estaba perfectamente y le indicó que acudiera a un neurólogo porque tenía problemas en las zonas visuales del cerebro.

Acudió a O. Sacks quien se encontró ante un hombre tan encantador y culto que le refería que a veces cometía errores. La exploración neurológica exhaustiva no mostraba problema alguno..., hasta que tras pedirle que se vistiera de nuevo comprobó que P. no se ponía uno de los zapatos.

Tras indicarle que se pusiera el zapato, P. confundió su pie con el zapato. Tenía muy buena vista, podía localizar un alfiler en el suelo... siempre que no estuviera a la izda de su cuerpo.
Veía detalles, pero nunca establecía la relación con el conjunto, paisajes, escenas de la vida cotidiana, personas...y ante ese déficit fabulaba. Y no acertaba, claro. Así confundió a su esposa con un sombrero cuando iban a marchar de la consulta, agarrándola de la cabeza e intentando acercársela a su propia cabeza para ponérsela.

Lo cual no le impedía trabajar como profesor de música altamente cualificado.

O. Sacks acudió a su casa en busca de indicios que le permitieran explicar su lesión y su déficit. Tras recibirle la esposa, en una casa en que la música estaba presente en cada detalle de la decoración, al ser llamado apareció P. con la mano extendida hacia el reloj de péndulo. Al hablarle Sacks P. se dirigió hacia él, hablaron de música, tomaron el té con pastas que trajo la esposa..., hasta que un ruido en la calle los distrajo y ya no pudo encontrar las pastas, la taza, y empezó a ponerse nervioso.
La esposa contó que P. realizaba las rutinas de la vida diaria cantando, tarareando: tenía una canción para vestirse, otra para asearse, otra para comer.
La música le proporcionaba el hilo conductor de la vida que las imágenes visuales ya no le daban.
Había perdido un mundo visual, se encontraba perdido en un mundo de abstracciones sin vida; y tampoco conservaba un yo visual. Recordaba perfectamente obras leídas, podía citar textualmente lo narrado pues tenía una notable memoria, pero las descripciones visuales originales estaban totalmente vacías de realidad sensoria, imaginación y emoción. Había agnosia espacial y había también agnosia interna.
Y no tenía conocimiento de su déficit, no era consciente de su incapacidad. Es el gran problema de los pacientes con lesión en el hemisferio drcho, que cursa con agnosia sensorial, o del yo, en este caso. Cuando el doctor P. tarareaba su última pasta y le pregunto al doctor Sacks qué trastorno tenía, y qué le aconsejaba, el neurólogo le contestó: “No puedo decirle cual es el problema...., pero es usted un músico maravilloso y la música es su vida. Lo que yo le prescribiría sería una vida que consistiese enteramente en música. La música ha sido el centro de su vida, conviértala ahora en la totalidad”
La música había ocupado el lugar de la imagen. Y aquí O. Sacks trae a colación la afirmación de Shopenhauer de que la música “es voluntad pura”.

El doctor P. carecía de juicio para relacionar las cosas consigo mismas. El juicio es intuitivo, concreto, personal y global.
O. Sacks reflexiona ante este caso que tanto la psicología como la neurología en aquel momento adolecían del mismo problema, evitaban el juicio, lo particular y lo personal, centrándose exclusivamente en lo abstracto y estadístico.

A pesar de desarrollar un enorme tumor en las zonas visuales del cerebro el doctor P. enseñó música y la vivió hasta los últimos días de su vida.



El segundo caso narrado, “El marinero perdido”, nos adentra en la pérdida de la historia personal por amnesia retroactiva que impide recordar los últimos años vividos.
Hombre amable y comunicativo, el señor G. perdió los últimos 30 años, quedándose anclado en 1943, y no pudiendo memorizar en la actualidad lo vivido unos minutos antes. Se creía con 19 años. Evitaba los espejos porque le producían angustia, y no sabía el por qué.

Su lesión se debía al deterioro progresivo de los cuerpos mamilares cerebrales debido al alcohol, hasta llegar a un punto de su total destrucción, característico del síndrome de Korsakov puro, que lo mismo puede borrar de la memoria los diez últimos años de vida que toda una vida.

Desde que ingresó en la Residencia donde estaba al cuidado neurológico del Dr. Sacks la única persona a la que verdaderamente identificaba era a su hermano, cuando venía a visitarlo, aunque no podía entender por qué parecía tan viejo. Fabulando le suponía algún tipo de envejecimiento prematuro.

No percibía la continuidad de lo que vivía; refería, si se le preguntaba, que realmente no se sentía vivo... Ante las dudas que le surgían a Sacks las religiosas de la Residencia le aconsejaron que acudiera a la capilla a observarlo. Cuando lo hizo Sacks quedó profundamente conmovido, pues vio un intensidad y una firmeza de atención y un concentración absoluta a lo largo de toda la liturgia.

El señor G, tan perdido en el tiempo “espacial” extensional, estaba perfectamente organizado en el tiempo “intencional”. Si se trataba de una atención emotiva y espiritual (la contemplación de la naturaleza o el arte, oír música, asistir a misa en la capilla) la atención y su sosiego persistían un rato, así como una paz que raramente mostró durante su estancia, narra Sacks.
Habiendo perdido la realidad del momento conservaba lo abstracto y categórico. Le orientó a trabajos de jardinería, en los cuales poco a poco fue sintiéndose en paz, probablemente recordando otros jardines de la parte de su historia recordada.
Los pacientes con amnesia retrógrada sólo pueden sentirse cómodos, orientados en el pasado.

De esta manera Oliver Sacks nos va mostrando en su obra los casos de otras 22 personas que a causa de su lesión cerebral en el hemisferio derecho pierden la capacidad de sentirse ellos mismos que tenían antes de la referida lesión, pierden la capacidad de vivir la realidad actual. En unos casos el proceso es gradual, en otros es repentino a partir de una infección, un accidente traumático o vascular, por ejemplo.

Todos los casos que describe en su obra han sido estudiados y tratados por el autor, mostrando en todos ellos un respeto hacia el paciente y su pérdida así como una admiración por la lucha de cada uno de ellos para reparar, compensar o reponer, para preservar sus identidades en circunstancias en contra, buscando indicarles los medios para que puedan seguir viviendo lo más dignamente y en paz posible. 

Tanto O. Sacks como A. Luria mostraron el camino de la empatía con el paciente como el mejor medio de conocimiento de las enfermedades mentales y de los enfermos.

Ambos reclamaron un acercamiento de la neuropsicología a la filosofía de la mente para poder elaborar mejor su comprensión de la interrelación de las funciones de la mente que dotan a cada persona su identidad.

La filosofía de la mente y la cognición se ha desarrollado en los últimos decenios a partir del desarrollo de la neuropsicología, la etología y la inteligencia artificial.

Un filósofo que acerca el tema de la mente humana a alumnos universitarios es el catedrático de filosofía de la Universidad de Valencia Carlos J. Moya.

Además de obras literarias de divulgación que encontramos en las librerías, tiene un interesante artículo, no muy extenso : "Los entresijos filosóficos de la mente"

https://riull.ull.es/xmlui/bitstream/handle/915/19174/L%20_17_(2005)_13.pdf?sequence=1.




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