TEST DE TURING

                                                  TEST DE TOURING




Alan Touring está considerado el “padre” de la era tecnológica digital. Ya en 1941 mencionaba “la inteligencia de la máquina”

En 1950 presentó una prueba para medir la inteligencia de una máquina, la inteligencia artificial.
“Si un dispositivos se comporta sistemáticamente con inteligencia, entonces es una entidad inteligente”.
Y para valorarlo diseñó la prueba que ha venido en llamarse TEST DE TURING, un método para responder científicamente si una máquina puede pensar por sí misma o no.
Consiste en la valoración por parte de personas que hagan de jueces, enfrentadas cada una a conversación escrita a través de un teclado con dos conversadores al otro lado de una pared, uno de ellos humano, el otro una máquina.
Han de averiguar cual de los conversadores es la máquina y quién es la persona.

Turing consideraba que para saber si un dispositivo poseía inteligencia había que confirmar que éste podía comunicarse como lo hacemos los seres humanos.
Consiste en 5 minutos de conversación para convencer a la persona que evalúa la conversación en chat que quien está detrás de la pantalla es un ser humano.

Alan Turing propuso, así mismo, que si una máquina conseguía engañar a más del 30% de los jueces o valoradores, esa máquina podía ser considerada inteligente, se había comportado con inteligencia artificial.

Durante 60 años se han realizado diferentes torneos con diferentes máquinas desarrolladas para otros propósitos, pero que se sometían al test, para comprobar el grado de desarrollo de la inteligencia artificial implementada en ellas a través los programas informáticos de sus creadores.

En 1990 se inició un concurso anual, el Premio Loebner, con un objetivo similar al Test de Turing: un juez ante dos computadoras, una dirigida por un ser humano y otra automática. Se establece un diálogo con cada una mediante preguntas y respuestas. Si la computadora automática logra confundir al valorador, el programa gana una premio en metálico. Pero aún no ha tenido ganador.

Pero en 2014, una máquina consiguió engañar al 33% de los valoradores o jueces en una prueba realizada en la Royal Society de Londres. Es un robot programado para charlar online, un chatbot, llamado “Eugen Gootstman” Y la situación programada y valorada es la de una conversación con un niño ucraniano de 13 años, respondiendo a preguntas sobre su infancia en Odessa, manifestando su desdén por La guerra de las Galaxias, o su pasión por canciones de Eminen.
Los creadores del programa, Vladimir Veselov (informático ruso que vive en EEUU) y Egene Demchenko (joven ucraniano que vive en Rusia) cuentan que han pasado mucho tiempo construyendo su personalidad, incorporando en el último año mejoras en el controlador de diálogo, para darle un toque más humano a las respuestas. En el futuro quieren “hacerlo más inteligente y seguir mejorando su lógica de conversación”

Las primeras críticas que han surgido es que la conversación de un niño de 13 años no puede ser ejemplo de inteligencia general.  Además la falsa personalidad de Eugene Goostman (niño ucraniano, con parcial dominio del inglés) pudo servir de anzuelo, anzuelo emocional digo yo, para embaucar a los valoradores.

Otros científicos cuestionan la validez del test de Touring al cabo de 60 años, y plantean a necesidad de ponerlo al día con una prueba visual o con otra manera más rigurosa de certificar los avances en inteligencia artificial. “Al fín y al cabo”, sostiene Celeste Biever en la web de la revista New Scientist, “no estamos ante la proeza de una supermáquina, sino ante la habilidad de un programa diseñado estrictamente para conversar, pero no para pensar”.

Todos estos avatares del presente, y los que se avecinan en el futuro, no ha de hacernos olvidar la clarividencia de Turing que, mientras estaba embarcado en los 40 del siglo pasado en el diseño de la tecnología programable del futuro, se planteaba cómo resolver el gran dilema que esa tecnología iba a plantear en un futuro entonces lejano: “Propongo que se considere la siguiente pregunta: ¿Pueden pensar las máquinas?.”
Y como es difícil definir “pensar”  Turing decide “reemplazar la pregunta con otra que está estrechamente relaciona y en palabras no ambiguas”. “¿Existirán computadoras digitales imaginables que tengan un buen desempeño en el juego de imitación?”

Turing en su ensayo “Computing Machinery and Intelligence”, 1950 en la Universidad de Mánchester

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